Certamen de microrrelatos 2021

La celebración del Día Internacional del Libro, este 23 de abril, nos motiva a convocar nuestro primer certamen de microrrelatos en Guaguas Municipales para dar oportunidad al talento y desarrollar la creatividad, al tiempo que incentivar la escritura proponiendo el reto de contar más con menos a través de un microrrelato.

Podrán participar todos los residentes en Gran Canaria mayores de 18 años, con una obra inédita escrita en castellano y cuya extensión no supere las ciento cincuenta palabras (título no incluido). El tema del microrrelato es libre y tienen de plazo para enviarlos hasta el 30 de abril.

Para abrir boca, como inspiración a los relatos, compartimos dos extractos de las últimas publicaciones de Germán Vega y Dulce Bermúdez.

Concurso Microrrelatos 2021

Fragmento de Alemped (Dulce Bermúdez, 2020)

La única diferencia entre un escritor que consigue ser famoso y una persona a quien le gustaría serlo es la imagen que posee de sí mismo: quien lo ha logrado ha creído en sí mismo y, mientras escribía, se ha preparado para ello.

Por lo demás, todos han empezado con las mismas dudas y temores:
«¿Cómo empiezo?» «¿Mis personajes, mis escenas, serán creíbles?» «¿Tendré talento?» «¿Cómo sigo?»

La buena noticia es que el escritor se hace: Las habilidades se aprenden, el talento se desarrolla y, con ello, aumenta la creatividad y la imaginación.

Tu actitud es lo que hace que disfrutes del proceso, lo ames y persigas tus sueños, busques lograr un objetivo y ofrecerlo al mundo. No hay fracasos si pones por delante el aprendizaje.

Cuando escribimos, elegimos las ideas, las planificamos, coordinamos varios sistemas perceptivos y también leemos; reduce el estrés, aporta equilibrio emocional y sirve como aprendizaje; mejora y agiliza la memoria, planifica y pone en orden los pensamientos; mejora los reflejos, otorga mayor capacidad creativa y desarrolla la imaginación.

¿Te animas a probar?

Dulce Bermúdez
Instagram (@comienza_a_escribir)

Fragmento Brillando en tu oscuridad (Germán Vega, 2021)

(…) El día de su desmayo, Lucca recordaba haber visto el balón elevarse en el aire y caer en picado sobre su posición. Levantó la vista y entrecerró los ojos para protegerse de la luz del sol. No recordaba si había saltado. El azul del cielo, en ese momento desvestido de nubes, intenso y lleno de vida, lo envolvió todo a su alrededor en pocos segundos; azul al principio, después gris, después rojo. Otras imágenes extrañas, que no tenían demasiado sentido, llamaron su atención en medio de aquel festival de colores: una cama de hospital, un pretil en lo alto de lo que parecía una torre, una figura femenina y, por último, aquel sonido: una especie de melodía que lo llamaba, como si quisiera captar su atención. Lucca había oído hablar del mito de las sirenas, de cómo su canto embriagaba a los marineros y los hacía enloquecer y perderse en el fondo del mar. Le pareció que podía ser algo similar.

No se atrevió a contar nada de eso. Ni siquiera a aquellos que consideraba sus amigos, que no eran demasiados. Mucho menos a su madre y menos aún a todos los médicos que lo habían observado. ¿Quién iba a creerle? Los mayores solían decir que los niños tenían demasiada imaginación.

No sabría decir cuánto duró la transformación del cielo y aquel sonido embriagador. Después, lo único que recordaba era estar rodeado de gente y que alguien lo llamaba por su nombre y le hacía una pregunta extraña.

No le importaba reconocer que se había asustado cuando vio desde abajo la figura de un hombre negro, que se había abierto paso entre todos los demás, con los ojos abiertos de par en par y una blanca sonrisa asomada (alongada también) a sus labios rosados. Vestía traje negro, camisa blanca y corbata roja. Podría tener cuarenta años, tal vez algunos más, y tenía toda la pinta de un congresista estadounidense en un mitin de alguna ciudad al este del país. Esa idea cruzó la mente de Lucca convertida en una imagen nítida del hombre negro (alguna parte dormida de su mente le dijo que el hombre en realidad era gris) frente a un púlpito, como si fuera un predicador, leyendo un discurso ante una multitud, pero la dejó escapar. Iba a tener que replantearse dejar de ver las series americanas. Su madre siempre le decía que era demasiado pequeño para según qué tipo de películas.

—Eh, Lucca —dijo el hombre gris—. ¿Cómo lo llevas? ¿Preparado para hacer el trabajo? ¿Podrás encargarte?

Lucca quiso contestarle que no sabía cómo lo llevaba. ¿Cómo llevaba el qué? ¿El golpe? Al parecer había sobrevivido a eso. Por otro lado, achacó la sensación de haber visto cómo el cielo cambiaba de color, y escuchar aquella música que lo embriagaba, al momentáneo estado de shock. En cuanto a lo de hacer el trabajo, no tenía ni idea de a qué se refería.

Sin saber qué contestar, sus ojos se cerraron sin que pudiera evitarlo y, en cuanto volvió a abrirlos, la cara del hombre gris se había convertido en la de un joven sanitario que le pedía que lo mirase, que siguiera despierto, que no se fuera. Como si él tuviera la intención de marcharse a alguna parte.

(Brillando en tu oscuridad. Germán Vega 2021)
Editorial SG (fecha de lanzamiento 7 de mayo)
Instagram (@germanvega_escritor)